Antonio Alfonso Cisneros Campoy, nace en Lima-Perú el 17 de diciembre del 1942. Poeta, periodista, cronista, guionista, catedrático y traductor. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo el Doctorado en Letras en 1974. Perteneciente a la llamada “Generación de los 60” de la literatura peruana. Sus poemas se caracterizan por la frecuente alusión a aspectos de la literatura, la cultura y la vida contemporánea como material para las reflexiones del autor, que suele usar un sentido del humor irónico. Entre otras distinciones, en tanto que poeta, ha ganado el Premio Nacional de Poesía, el Premio Casa de las Américas, el Premio Cosapi de la Creatividad, el Premio Gabriela Mistral de la Organización de Estados Americanos, el Premio Iberoamericano José Donoso, el Premio de Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, Aguas Calientes, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia. El 8 de junio de 2010 recibió en Santiago de Chile el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, entregado y financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de ese país.
POEMAS
PARA HACER EL AMOR
Para hacer el amor debe evitarse
un sol muy fuerte sobre los ojos
de la muchacha tampoco es buena
la sombra si el lomo del amante
se achicharra para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores
que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque
el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser
como una gran pradera: que ningún valle
o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable,
limpio y redondo como un techo
y entonces la muchacha no vera
el Dedo de Dios. Los cuerpos discretos
pero nunca en reposo, los pulmones abiertos,
las frases cortas. Es difícil hacer
el amor pero se aprende.
CAFÉ EN MARTIROK UTJA
Hay una lámpara floreada sobre el piano
y una estufa de fierro.
Bebes el vino junto a la única ventana:
un autobús azul y plata cada cinco minutos.
Pides el cenicero a la muchacha
(alta flor de los campos ven a mí).
La luz del otoño es en tu vaso
un reino de pájaros dorados.
Pero pronto anochece.
Los autobuses no son azul y plata,
el cenicero es una rata muerta,
el vaso está vacío.
La muchacha partió cuando encendieron
la lámpara floreada y tú mirabas
la lámpara floreada.
Puedes pedir otra jarra de vino,
pero esta noche no esperes
a los dioses en tu mesa.
LAS SALINAS
Yo nunca vi la nieve
y sin embargo he vivido entre la nieve toda/
mi juventud. En las Salinas,
adonde el mar no terminaba nunca
y las olas eran/dunas de salen las salinas,
adonde el mar no moja pero pinta.
Nieve de mi juventud prometedora
como un árbol de mango.
Veinte varas de sal
para cada familia de cristianos.
Y aún más.
Sal que los arrieros nos cambiaban
por el agua de lluvia.
Y aún/más.
Ni sólidos ni líquidos
los blanquísimos bordes de ese mar.
Bajo el sol de febrero destellaban
más que el flanco de plata del/lenguado.
(Y quemaban las niñas de los ojos.)
A veces las mareas
-hora del sol, hora de la luna-
se alzaban como lomos de caballo.
Más siempre se volvían.
Hasta que un mal verano
y un invierno las aguas afincaron para/tiempos
y ni rezos ni llantos pudieron apartarlas
de los campos de sal.Y el mar levantó techo.
Ahora que ya enterré a mi padre
y a mi hermano mayor y mis hijos/están
prontos a enterrarme,
han vuelto las Salinas altas
y deslumbrantes bajo el sol.
Hay también unas grúas
y unas torres que separan los ácidos del/cloro.
(Ya nada es del común.)
Y yo salgo muy poco pero Luis
-el hijo de Julián me cuenta que los
perros no dejan acercarse.
Si parece mentira.
Mala leche tuvieron los hijos
de los hijos de la sal. Puta madre.
Qué de perros habrá para cuidar
los blanquísimos campos donde el/marno
termina y la tierra tampoco.
Qué de perros, Señor, qué oscuridad.
TRANVIA NOCTURNO
Sido como fui el fauno real de Niza,
la pantera -de Argel- en el Hyde Park,
gárgola alegre del valle de Huamanga,
oh vedme convertido en el gorgojo tuerto del Danubio:
pimientos y vigilias sin rumbo y sin respuesta.
Virgen necia entre las vírgenes prudentes,
un solo ojo apestado que no ve
el cielo atrás del cielo, el triunfo de los hombres
que vendrán. Sin lámpara de aceite
que descubra las más verdes colinas
en los ojos de un borracho fondeado
en el tranvía a la hora del búho.
Campos de ámbar y avena que no oteo,
gorgojo que ahora evito:
No hay días venideros,
apenas un tranvía cargado de borrachos
como un carbón prendido entre la niebla.
LA ARAÑA CUELGA DEMASIADO LEJOS DE LA TIERRA
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,
tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra -o macho,
es difícil saberlo en las arañas-
y dos o tres amigos, desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva,
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.
Y ANTES QUE EL OLVIDO NOS
Lo que quiero recordar es una calle.
Calle que nombro por nonombrar
el tambo de Gabriel y el pampón
de los perros y el pozo seco
de Clara Vallarino y la higuera del diablo.
Y quiero recordarla antes que se hunda
en todas las memorias así
como se hundió bajo la arena
del gobierno de Odría en el año 50.
Los viejos que jugaban dominó ya no eran ni recuerdo.
Nadie jugaba y nadie se apuraba en esa calle,
ni aun los remolinos del terral
pesados como piedras.
Ya no había hacia dónde salir ni adonde entrar.
La neblina o el soleran de arena.
Apenas los muchachos y los perros corríamos tras el camión
azul del abuelo de Celia. El camión de agua dulce,
con sus cilindros altos de Castrol.
Yo pisé entonces una botella rota.
Los muchachos (tal vez) se convirtieron
en estatuas de sal. Los perros (pobres perros)
fueron muertos por el guardián de la Urbanizadora.
Y la Urbanizadora tenía unos tractores amarillos
y puso los cordeles y nombró como calles
las tierras que nosotros no habíamos nombrado.
(También son sólo olvido.)
Lo que quiero recordar es una calle.
No sé ni para qué.
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