quinta-feira, 10 de fevereiro de 2011

La Ladrona






Una tarde como tantas otras a la salida del trabajo, y habiendo subido al autobús, me encontré con la Ladrona, cara a cara, su mano introducida en un bolso ajeno de una Señora mayor con uso de un bastón, aunque muy bien arreglada, que se preparaba en la puerta para bajarse en la próxima parada.

La Ladrona carroñera aprovechándose del quite y arrimándose a la Señora, mete la mano sin ningún pudor en el bolso de la misma.

Yo le grito: ¡Sinvergüenza!, saque ahora mismo la mano de ese bolso. ¿No le da vergüenza intentar robar a una indefensa anciana?

La Ladrona calla, pero bajito dice: Le iba ayudar a bajar, ¡Ja! Me rió yo. Continúe diciendo: si tiene usted dignidad, bájese en la próxima parada. O la voy a liar llamando a la policía, del paseíllo no se libra.

La Ladrona quitó la mano del bolso, la Señora se retiró de ella. Señalé a la Ladrona con el dedo, (ya sé que está muy feo), pero más feo era sus intenciones. Y seguí diciendo: cuidado con esta que tiene la mano muy larga.

La parada donde se bajó la Ladrona y la Señora, se hizo interminable. Nadie me apoyó en está causa injusta y desagradable. Más cuando por fin bajó, la Ladrona dijo de mí que estaba loca. A lo que le contesté: Ojala hubiera tantos locos como yo, así no ibais hacer mucho los ladrones como usted. Y si se ha bajado usted misma se ha delatado, ya que tiene delito.

A todo esto me quedé con la duda si quedó dentro del autobús el cómplice o la cómplice o los cómplices.



© 2011 Rosana Martí





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