quarta-feira, 23 de junho de 2010

Poemas Concha Méndez





Poeta madrileña, nacida el 27 de julio del 1898, se educó en un colegio francés cuya influencia se observó en sus primeros versos, perteneciente a la generación del 27. Fue novia de Luis Buñuel durante cinco años. Liberal y apasionada por la aventura, campeona de natación y gimnasta, publica su primer libro “Inquietudes”, en el 1926, entrañable amiga de Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, etc. Fue poseedora de una poesía contenida en su expresión, más de una impresionante soltura rítmica que le confiere a su aliento poético una cualidad de transparencia que engaña tras una primera lectura. Poeta ágil para esconder tras la enunciación pura, profundas críticas a la condición humana signada por el cinismo y el sarcasmo. En 1933 se traslada a Londres junto a su esposo el también poeta; Manuel Altolaguirre, donde fundan la revista hispano-inglesa 1616; sin embargo, el proyecto editorial en el que participará y será clave para la poesía española será la revista Caballo Verde para la Poesía, dirigida por Pablo Neruda. Más adelante, en 1936, los poetas fundan la colección poética Héroe, que publicará obras de Luis Cernuda, García Lorca, Emilio Prados y Miguel Hernández, entre otros. Escribe además unos libros poéticos ya libres de experiencias vanguardistas, Vida a vida, Niño y sombras y Lluvias enlazadas. Durante la Guerra Civil colabora con distintos poemas en Hora de España y residió en Inglaterra, Francia y Bélgica. Se exilian tras la Guerra Civil a Paris, donde les recibe Paul Éluard. Publica en Hora de España su prólogo de El Solitario, drama poético en tres actos. En 1939 abandona París rumbo a améria y con su marido viaja a La Habana (Cuba), donde establecieron otra imprenta llamada igualmente "La Verónica" y una colección poética que llaman "El ciervo herido", entre 1939 y 1943. De 1944 a 1979, dejó de publicar, aunque en el año 1976 se editó una Antología poética. En 1979 aparece su último libro Vida o río. En 1944 pasan ambos a México, publica Villancicos de Navidad y Sombras y sueños, se divorcia de Altolaguirre, ya que este la abandonó por la cubana María Luisa Gómez Mena, junto a la que moriría en 1959 en España en accidente de automóvil, cuando volvían del festival de cine de San Sebastián de 1959. Concha Méndez Cuesta muere en México en diciembre del año 1986.





ANTOLOGÍA POÉTICA



ANCHO ES EL MAR…

Ancho es el mar;

él ha de separamos...

Ancho es el mar;

él ha de separamos;

quedarán nuestras almas enlazadas.

Como un último retrato,

en nuestros ojos impresas

lucirán nuestras miradas.

El barco en que he de ir

está en el puerto;

a éste seguirá otro en que tú vayas.

Te esperarán mis brazos,

no se en dónde...

tal vez en algún puerto...

en una playa..!




VEN A MÍ QUE VAS HERIDO…

Ven a mí que vas herido

que en este lecho de sueños

podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche

y no hay reloj del olvido

que sus campanadas vierta

en mi pecho dolorido.



ME LEVANTÉ HASTA EL SUEÑO. EN BUSCA IBA…

Me levanté hasta el sueño.

En busca iba de no sentir

la herida que abrasaba.

Las duras flechas del dolor hicieron

brotar en mí el clavel de nueva llaga.

Corriendo al par carrera con el viento

y perseguida por amante llama,

la vida es ciervo herido sin remedio,

que las flechas le dan veneno y alas.



NI ME ENTIENDO NI ME ENTIENDEN...


Ni me entiendo ni me entienden;

ni me sirve alma ni sangre;

lo que veo con mis ojos

no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,

hasta la luz, hasta el aire,

porque ni acierto a mirarla;

ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra

donde la luz se deshace,

temo también deshacerme

y entre la sombra quedarme

confundida para siempre

en ese misterio grande.




LOS BRAZOS QUE TE HAN LLEVADO…



Los brazos que te han llevado,

no te dejan escapar

para volver a mi lado.

Nos separa un ancho mar

de difíciles tormentas,

y náufrago has de llegar,

si es que vuelves a mi puerta,

para quererte salvar.

Brazos que te sujetaron

para alejarte de mí,

¡a mí sí que me salvaron!...

Cuando ya no sepa de ti

¡qué bien estaré en la vida!,

cuando ya no sepa de ti.

Cuando no vuelvas a verme

y mis horas sean mías

y yo vuelva a ser quien era

lejos de tu compañía:

Cuando no te vean mis ojos,

¡qué bien me sabrá la vida!

No faltará quien se alegre...

Unos, porque no me quieran,

y alguna porque me quiere...

Tan sola no me has dejado,

que estoy conmigo y me basta

-igual que siempre lo he estado...



ERAN VERDES COMO UN MAR…



Eran verdes como un mar,

con reflejos de alto cielo.

-¡Qué bien sabían mirar!-

unos ojos que recuerdo.

En la penumbra lucían

con una luz de misterio,

como dos claros abismos

abiertos a mil deseos.

Muchas horas tuve cerca

los ojos verdes aquellos,

que implorantes me miraban

¡y yo hacia por no verlos!

Y hoy que mirarlos quisiera,

están tan lejos..., ¡tan lejos!




EN UNA TARDE, COMO TANTAS TARDES…


En una tarde, como tantas tardes,

y en un gran parque de ciudad lejana,

para evadirse del rumor ajeno

conmigo misma paseando estaba.

Era el frescor intenso, se veían

sobre los verdes las señales de agua,

agua primaveral que da a la tierra

cierta sensualidad que nos exalta.

En un remanso del florido parque,

junto a un banco de piedra verde y blanca,

un gran rosal lucía en la penumbra

-la tarde ese momento declinaba-.

Me senté a reposar y ancho perfume

sentí que en mis sentidos se adentraba.

Y se me vino al alma extraña angustia.

El ala de un recuerdo aleteaba…

¡Ah, sí, ya. sé!…

¡Perfume de unas rosas!…

¡Otro país!…

¡El mío!…

¡Ya llegaba a comprender por qué!…

¡Era en sus brazos

donde un perfume igual yo respiraba!





UNO DE ESOS INSTANTES…

..."Desde el umbral de un sueño me llamaron"...
A. MACHADO
Uno de esos instantes que se vive
no se sabe en qué mundo,
ni en qué tiempo
que no se siente el alma y que apena
se siente el existir de nuestro cuerpo
mi corazón oyó que lo llamaba
desde el umbral en niebla de algún sueño
Para decirme su mensaje extraño,
aquella voz venía de tan lejos,
que más que voz de sueño parecían
en su misterio gris, sombra de un eco.
Sentada estaba yo en aquel instante
en un muelle sillón de terciopelo.
Mis brazos se apoyaban en sus brazos
-¡qué desmayados los sentía luego!-
Después, atravesando los cristales
de un gran balcón que daba al ancho cielo,
una sombra vi entrar.
Tal vez la tardeal irse,
entraba a verme... Yo eso creo...





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