quinta-feira, 17 de junho de 2010

Poemas Antonio Machado





Nació el 26 de julio del 1875 en Sevilla, fue el segundo de cinco hermanos, su padre folclórico y su hermano mayor Manuel también escritor y poeta. Paso su infancia en Sevilla, perteneciente a la generación tardía del 98. En 1883 se traslada con su familia a Madrid, donde estudio en el instituto libre de enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899 hace su primer viaje a Paris, trabajó en la editorial Garnier. Más tarde volvió a la capital francesa donde entablo una amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó locales donde eran frecuentados por; Juan Ramón Jiménez, R. del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria. En 1910 le fue concedida una pensión que aprovecho para estudiar filología durante un año en París. Tras la muerte de su esposa en 1912 regresa a Baeza. Doctorado en filosofía y letras en 1918, desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure. Poeta lírico y prosaico, destacan sus Poesías completas donde se plasma lo amoroso y lo erótico que tras la muerte de su esposa, le inspiraría Pilar de Valderrama.








POESIA


EL VIAJERO




Está en la sala familiar, sombría,



y entre nosotros, el querido hermano



que en el sueño infantil de un claro día



vimos partir hacia un país lejano.



Hoy tiene ya las sienes plateadas,



un gris mechón sobre la angosta frente;



y la fría inquietud de sus miradas



revela un alma casi toda ausente.



Deshójanse las copas otoñales



del parque mustio y viejo.



La tarde, tras los húmedos cristales,



se pinta, y en el fondo del espejo.



El rostro del hermano se ilumina



suavemente. ¿Floridos desengaños



dorados por la tarde que declina?



¿Ansias de vida nueva en nuevos años?



¿Lamentará la juventud perdida?



Lejos quedó —la pobre loba— muerta.



¿La blanca juventud nunca vividateme,



que ha de cantar ante su puerta?



¿Sonríe al sol de oro



de la tierra de un sueño no encontrada;



y ve su nave hender el mar sonoro,



de viento y luz la blanca vela hinchada?



Él ha visto las hojas otoñales,amarillas,



rodar, las olorosas ramas del eucalipto,



los rosalesque enseñan



otra vez sus blancas rosas.



Y este dolor que añora o desconfía



el temblor de una lágrima reprime,



y un resto de viril hipocresía



en el semblante pálido se imprime.



Serio retrato en la pared clareatodavía.



Nosotros divagamos.En la tristeza del hogar golpea



el tic-tac del reloj. Todos callamos.








RETRATO




Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,



y un huerto claro donde madura el limonero;



mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;



mi historia, algunos casos que recordar no quiero.



Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido



—ya conocéis mi torpe aliño indumentario

—,mas recibí la flecha que me asignó Cupido,



y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.



Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,



pero mi verso brota de manantial sereno;



y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,



soy, en el buen sentido de la palabra,



bueno.Adoro la hermosura, y en la moderna estética



corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;



mas no amo los afeites de la actual cosmética,



ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.



Desdeño las romanzas de los tenores huecos



y el coro de los grillos que cantan a la luna.



A distinguir me paro las voces de los ecos,



y escucho solamente, entre las voces, una.



¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera



mi verso, como deja el capitán su espada:



famosa por la mano viril que la blandiera,



no por el docto oficio del forjador preciada.



Converso con el hombre que siempre va conmigo



—quien habla solo espera hablar a Dios un día



—;mi soliloquio es plática con este buen amigo



que me enseñó el secreto de la filantropía.



Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.



A mi trabajo acudo, con mi dinero pago



el traje que me cubre y la mansión que hábito,



el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.



Y cuando llegue el día del último viaje,



y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,



me encontraréis a bordo ligero de equipaje,



casi desnudo, como los hijos de la mar.





LA LUNA, LA SOMBRA Y EL BUFÓN





I




Fuera, la luna platea
Cúpulas, torres, tejados;
Dentro mi sombra pasea
Por los muros escalados.
Con esta luna, parece
Que hasta la sombra envejece.
Ahorremos la serenata
De una cenestesia ingrata,
Y una vejez intranquila,
Y una luna de hojalata.
Cierra tu balcón, Lucila.




II

Se pintan panza y joroba
En la pared de mi alcoba.
Canta el bufón:
¡Qué bien van,
En un rostro de cartón,
Unas barbas de azafrán!
Lucila, cierra el balcón.







A LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO





Si era toda en tu verso la armonía del mundo,



¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?



Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,



corazón asombrado de la música astral,



¿te ha llevado Dionisos de su mano al infierno



y con las nuevas rosas triunfantes volverás?



¿Te han herido buscando la soñada Florida,



la fuente de la eterna juventud, capitán?



Que en esta lengua madre la clara historia quede;



corazones de todas las Españas, llorad.



Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,



esta nueva nos vino atravesando el mar.



Pongamos, españoles, en un severo mármol,



su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:



Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,



nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.





A LA DESIERTA PLAZA






A la desierta plaza conduce un laberinto de callejas.



A un lado, el viejo paredón sombrío



de una ruinosa iglesia; a otro lado,



la tapia blanquecina de un huerto de



cipreses y palmeras, y, frente a mí, la casa,



y en la casa la reja ante el cristal



que levemente empaña su figurilla plácida y risueña.



Me apartaré. No quiero llamar a tu ventana...



Primavera viene ?su veste blanca flota



en el aire de la plaza muerta?;



viene a encender las rosas rojas de tus rosales...

Quiero verla...





A ORILLAS DEL DUERO



Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.



Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,



buscando los recodos de sombra, lentamente.



A trechos me paraba para en



jugar mi frente y dar algún respiro al pecho jadeante;



o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante



y hacia la mano diestra vencido



y apoyado en un bastón, a guisa de pastoril cayado,



trepaba por los cerros que habitan



las rapaces aves de altura, hollando las hierbas



montaraces de fuerte olor ?



romero, tomillo, salvia, espliego?.



Sobre los agrios campos caía



un sol de fuego. Un buitre de anchas



alas con majestuoso vuelo cruzaba



solitario el puro azul del cielo.



Yo divisaba, lejos, un monte alto



y agudo, y una redonda loma cual



recamado escudo, y cárdenos alcores



sobre la parda tierra ?



harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra?,



las serrezuelas calvas por donde



tuerce el Duero para formar



la corva ballesta de un arquero en torno a Soria?



Soria es una barbacana, hacia Aragón,



que tiene la torre castellana?.



Veía el horizonte cerrado por colinas oscuras,



coronadas de robles y de encinas;



desnudos peñascales, algún



humilde prado donde el merino pace



y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia;



las márgenes de río lucir sus verdes



álamos al claro sol de estío, y, silenciosamente,



lejanos pasajeros, ¡tan diminutos!



¿carros, jinetes y arrieros?,



cruzar el largo puente, y bajo las arcadas



de piedra ensombrecerse las aguas



plateadas del Duero.



El Duero cruza el corazón de roble



de Iberia y de Castilla.



¡Oh, tierra triste y noble,



la de los altos llanos y yermos y roquedas,



de campos sin arados, regatos ni arboledas;



decrépitas ciudades, caminos sin mesones,



y atónitos palurdos sin danzas ni canciones



que aún van, abandonando el mortecino



hogar, como tus largos ríos, Castilla,



hacia la mar! Castilla miserable,



ayer dominadora, envuelta en sus andrajos



desprecia cuanto ignora.



¿Espera, duerme o sueña?



¿La sangre derramada recuerda,



cuando tuvo la fiebre de la espada?



Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;



cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.



¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma



yerta de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.



La madre en otro tiempo fecunda



en capitanes, madrastra es hoy apenas



de humildes ganapanes. Castilla no es



aquella tan generosa un día, cuando



Mio Cid Rodrigo el de Vivar volvía,



ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,



a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;



o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,



pedía la conquista de los inmensos



ríos indianos a la corte, la madre de soldados,



guerreros y adalides que han de tornar,



cargados de plata y oro, a España,



en regios galeones, para la presa cuervos,



para la lid leones. Filósofos nutridos



de sopa de convento contemplan impasibles



el amplio firmamento; y si les llega en sueños,



como un rumor distante,



clamor de mercaderes de muelles de Levante,



no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?



Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.



Castilla miserable, ayer dominadora,



envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.



El sol va declinando.



De la ciudad lejana me llega un armonioso



tañido de campana ?



ya irán a su rosario las enlutadas viejas?.



De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;



me miran y se alejan, huyendo,



y aparecen de nuevo, ¡tan curiosas!...



Los campos se obscurecen.



Hacia el camino blanco está el mesón



abierto al campo ensombrecido y al pedregal desierto.






CAMINANTE NO HAY CAMINO


Proverbios y Cantares
(fragmentos)



1



Nunca perseguí la gloria



ni dejar en la memoriade



los hombres mi canción;



yo amo los mundos sutiles,



ingrávidos y gentiles como



pompas de jabón.



Me gusta verlos pintarse



de sol y grana, volar



bajo el cielo azul,



temblar



súbitamente y quebrarse.




29




Caminante,



son tus huellasel camino,



y nada más;caminante,



no hay camino,



se hace camino al andar.



Al andar se hace camino,



y al volver la vista atrás



se ve la senda que nunca



se ha de volver a pisar.



Caminante, no hay camino,



sino estelas en la mar.




44




Todo pasa y todo queda;



pero lo nuestro es pasar,



pasar haciendo caminos,



caminos sobre la mar.






YO ESCUCHO LOS CANTOS




Yo escucho los cantos

de viejas cadencias,

que los niños cantan

cuando en corro juegan,

y vierten en coro

sus almas que sueñan,

cual vierten sus aguas

las fuentes de piedra:

con monotonías

de risas eternas,

que no son alegres;

con lágrimas viejas,

que no son amargas,

y dicen tristezas,

tristezas de amores

de antiguas leyendas.

En los labios niños,

las canciones llevan

confusa la historia

y clara la pena;

como clara el agua

lleva su conseja

de viejos amores,

que nunca se cuentan.

Jugando, a la sombra

de una plaza vieja,

los niños cantaban...

La fuente de piedra

vertía su eterno

cristal de leyenda.

Cantaban los niños

canciones ingenuas

de un algo que pasa

y que nunca llega:

la historia confusa

y clara la pena.

Seguía su cuento

la fuente serena.

Borrada la historia,contaba la pena.




RECUERDO INFANTIL


Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel,

junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro,

un anciano

mal vestido,

enjuto y seco,

que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil

va cantando la lección:

mil veces ciento, cien mil;

mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de la lluvia en los cristales.


YO VOY SOÑANDO CAMINOS


Yo voy soñando caminos

de la tarde.

¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas! ...

¿Adonde el camino irá?

Yo voy cantando,

viajero a lo largo del sendero...

—La tarde cayendo está—.

En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día,

ya no siento el corazón.

Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;

y el camino que serpea

y débilmente blanquease

enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:

Aguda espina dorada,

quién te pudiera sentiren el corazón clavada.




ABRIL FLORECÍA


Abril florecía frente

a mi ventana.

Entre los jazmines

y las rosas blancas

de un balcón florido

vi las dos hermanas.

La menor cosía;

la mayor hilaba...

Entre los jazmines

y las rosas blancas,

la más pequeñita,

risueña y rosada

—su aguja en el aire—,

miro a mi ventana.

La mayor seguía,

silenciosa y pálida,

el huso en su rueca

que el lino enroscaba.

Abril florecía

frente a mi ventana.

Una clara tarde

la mayor lloraba

entre los jazmines

y las rosas blancas,

y ante el blanco lino

que en su rueca hilaba.

—¿Qué tienes—le dije—,

silenciosa pálida?

Señalo el vestido

que empezó la hermana.

En la negra túnica

la aguja brillaba;

sobre el blanco velo,

el dedal de plata.

Señalo la tarde

de abril que soñaba,

mientras que se oía

tañer de campanas.

Y en la clara tarde

me enseño sus lágrimas...

Abril florecía

Frente a mi ventana.

Fue otro abril alegre

y otra tarde plácida.

El balcón florido

solitario estaba...

Ni la pequeñita

risueña y rosada,

ni la hermana triste,

silenciosa y pálida,

ni la negra túnica,

ni la toca blanca...

Tan solo en el huso

el lino giraba

por mano invisible,

y en la oscura sala

la luna del limpio

espejo brillaba...

Entre los jazmines

y las rosas blancas

del balcón florido

me miré en la clara

luna del espejo

que lejos soñaba...

Abril florecíafrente a mí ventana.



INVENTARIO GALANTE


Tus ojos me recuerdan

las noches de verano,

negras noches sin luna,

orilla al mar salado,

y el chispear de estrellas

del cielo negro y bajo.

Tus ojos me recuerdan

las noches de verano.

Y tu morena carne,

los trigos requemados

y el suspirar de fuego

de los maduros campos.

Tu hermana es clara y débil

como los juncos lánguidos,

como los sauces tristes,

como los linos glaucos.

Tu hermana es un lucero

en el azul lejano...

Y es alba y aura fría

sobre los pobres álamos

que en las orillas tiemblan

del río humilde y manso.

Tu hermana es un lucero

en el azul lejano.

De tu morena gracia,

de tu soñar gitano,

de tu mirar de sombra

quiero llenar mi vaso.

Me embriagaré una noche

de cielo negro y bajo,

para cantar contigo,

orilla al mar salado,

una canción que deje

cenizas en los labios...

De tu mirar de sombra

quiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermana

arrancaré los ramos

de florecillas nuevas

a los almendros blancos,

en un tranquilo y triste

alborear de marzo.

Los regaré con agua

de los arroyos claros,

los ataré con verdes

junquillos del remanso...

Para tu linda hermana

yo haré un ramito blanco.




ANOCHE CUANDO DORMÍA


Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que una fontana fluía

dentro de mi corazón.

Di: ¿por qué acequia escondida,

agua, vienes hasta mí,

manantial de nueva vida

en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que una colmena tenía

dentro de mi corazón;

y las doradas abejas

iban fabricando en él,

con las amarguras viejas,

blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que un sol ardiente lucía

dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba

calores de rojo hogar,

y era sol porque alumbraba

y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que era Dios lo que tenía

dentro de mi corazón.




NUNCA PERSEGUÍ LA GLORIA


Nunca perseguí la gloria

ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción;

yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles

como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse

de sol y grana, volar

bajo el cielo azul, temblar

súbitamente y quebrarse.

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